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Guía de Isora 1 de Nov. de 2014
Halloween
Hay tradiciones que hay que mantener aunque
opino que pocas, pero como el pueblo es el que manda,
ji ji, ahora toca una de ellas, importada por la cultura (…)
anglosajona y que se escenifica la víspera del Día de Difuntos
en forma de disfraces grotescos, que den miedo o aterroricen; sangre, sudor y gritos bajo esas máscaras llenas de paliativa serenidad, al grito gracioso de “truco o trato” que es dónde reside la esencia de la cuestión. Truco o trato, como si se tratare o tratase de un corrupto cualquiera que ejerce la verdadera tradición en este país: la golfería.
Pues el Halloween tiene su clientela y su negocio, faltará más, aunque aún  la
cosa no ha hecho más que empezar y para llegar al fondo de la cuestión siempre
nos quedará la justicia que es rápida como un sisco y que no debemos olvidar que
esta nación tiene como bebida típica la sangría – incluida en el fino “todo incluido” -
y que aquí lo más que se lee son las páginas de esquelas, sobre todo si estas
incorporan la foto del difunto. O sea: ya tenemos parte del trabajo y de la fiesta,
casi hecha. Y para que la prole esté al día, los padres harán otro sacrificio más,
para que sus cachorros salgan a esas calles convenientemente disfrazados: porción de dráculas, un nutrido grupo de Frankesteines, esqueletos varios como si fuera una premonición de la miseria que asola, cabecitas monstruosas con hachas clavadas, copias gremiales de la niña del exorcista hablando con voz de ultratumba, émulos (seguro) del pequeño Nicolás riéndose como un petudo de película, detrás de un selfie que acompaña de un alto cargo de los que de verdad dan miedo, o pandillas de amigas armadas, perdón, de motosierras y dispuestas a descuartizar a un asesor, sin que olvidemos las solitarias cantadoras de malagueñas que, como todo el mundo sabe, sus letras glosan niños difuntos en brazos de sus madres y cementerios varios, etc. La muerte, en general.

Y esa noche, la de Halloween, habrá espontáneos que uno no puede relatar, pero que es posible que se encuentren en la vía pública o en cualquier esquina alquilada para ese menester a un pedigüeño; por ejemplo, a un clon de Soria, ¡uy!, con un bigotito hitleriano y regalando chapapote de forma altruista o a una monjita uniformada vendiendo niños que lloran sin cesar y morados como lirios que es un color, el violeta, bastante necrófago. O, ¿por qué no decirlo?, a un nutrido grupo de avispados emprendedores que montaron una especie de ventorrillo al que llaman “mamo –treto” y en el que venden muñecos descoloridos, copias fieles de concejales de urbanismo a precios populares, sorry, cuya recaudación se destinará íntegramente a un equipo de fútbol sala de velorios.

En fin, por mucho que elucubremos nada podrá superar a la realidad. Y, paradójicamente, da más miedo (…) la coleta, que una boca henchida de sangre que lo que hemos citado. Trato o truco es la contraseña y a partir de ese salvoconducto, la fiesta que tratamos es un pequeñísimo guateque extemporáneo. Imaginemos, pues, a doña Australia, a doña Paquita Luengo o a doña Patricia…maquilladas convenientemente para dar miedo y armadas de aparatos sadomasoquistas, reivindicando su feminidad, y los que visten de calle se van de la calle, valga la redundancia. Es una multitud feroz.

Pues los médicos dicen que el dichoso Halloween no es nocivo, moderadamente, como el caminar. No estoy seguro, pero lo achaco a la edad y que uno está anticuado. O será que Stoker, Alan Poe, Mary Selley y otros lunáticos escribieron del amor sangriento y pasional. Nada que ver con esta fiesta (…), una más, que alimenta el vasallaje, aunque parezca mentira.

El furgón de la Guardia Civil, las esposas, las rebequitas con la que se cubren el rostro los presuntos, las protestas de los votantes, las fianzas, lo de “todos son iguales” o “yo no voto más”, el contrito perdón que pronuncia el presidente de la nada, o la comisura de los labios de doña Esperanza (una zona para imaginativos estilistas imposibles), la cara dura de los impresentables que hasta ayer eran gente seria, el lobo estepario de la meseta que era presidente de no se sabe que cabildo o diputación, los delegados del gobierno, las puñetas de los magistrados, el roba gallitas, etc. dan más miedo que todo lo que pueda ocurrir en la noche de Halloween.

Creo.

Cheche Dorta