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Arona 21 de Abril de 2014
Millonarios de dura
y pura pena
Tomar una decisión importante sin dar
marcha atrás, es entrar en un mundo
nuevo para vivir experiencia entremezcladas.
Es una gozada tomar decisiones y salir de
una rutina donde sientes ser un bicho feo o
un cero a la izquierda. Estás en un grupo de trabajo y la vida es matemática, sumar y restar, dividir, raíces cuadradas, multiplicar y hallar un final con el haber y el debe.

Valorarse uno mismo es una actitud obligatoria, para descubrir si estás perdiendo el tiempo durante muchas horas, pero siempre irán sumando experiencias, porque la vida, son segundos tras segundos de experiencias. El mero hecho de no hacer nada, es una experiencia con la conclusión de saber que no podemos perder el tiempo. Estuve currando en una empresa y los trabajadores antiguos a escondidas advertían que tuvieran cuidado con el jefe, porque podría hundirte como persona, con adjetivos negativos mal sonantes y destructivos tóxicamente, porque a pesar de su chulería tenía autoestima bajísima. Sigues tu camino trabajando, pero tienes ese dato grabado en tu cerebro como cualquier ordenador, graba un programa y cuando ha pasado el tiempo, descubres la certeza de la advertencia y no duele tanto el insulto y la chulería. Presume de haber follado más que nadie y además con pelos y señales, nombrando a quién se tiró, cómo, cuándo y dónde, demostrando una vez más, una autoestima baja total y a pesar de tener mucho dinero es un muerto de hambre.
Siete horas comiendo y escuchando su vida completa. Lloró hablando de su padre, un yate de seiscientos mil euros, mandado a fabricar en Galicia con aquella forma que corta el agua en la Punta de Teno y se mueve mucho menos que otros yates normales. ¡Qué nivel Maribel! Un yate con mando a distancia, para manejarlo sin subirte desde el mismo muelle, como el que maneja un barco de juguete. Un barco con hilo musical, un aparato que señala dónde está el pescado, para echar el ancha y comenzar a pescar tranquilamente. Siete horas escuchando su vida, la de su padre en paz descanse y sus lágrimas caían por su rostro, aunque los vinos tintos de marca y bastante caros, ayudaron un poco a ese sentimentalismo de lágrima boba.

Después de siete horas comiendo de todo y un poco más, paga la cuenta que eran más de doscientos euros, entre dos personas y aquí fue cuando el millonario terminó frustrado al más no poder. Me dijo, ¡Juan, vámonos de putas! Y con mis impulsos incontrolables, le dije, “Jo, pensaba que eras millonario. Yates, casas, viajes, dinero en sacos y vas de putas, teniendo una mujer guapa además”. Se fue hecho polvo y al día siguiente fui con mi coche de seiscientos euros a la casa de putas, porque había dejado allí su coche de ochenta mil euros, porque agarró un pedo que era imposible conducir.

Conducir la vida, es un trabajo también. Por si hay algún interesado preguntando por qué la foto del cuervo, les cuento que ese cuervo fue siguiéndome durante una caminata de dieciocho kilómetros en Semana Santa del 2.014, pero se los termino de contar en la siguiente carta, que ya está bien de bla, bla, bla...Gracias por estar ahí querido lector y regalarme su tiempo. Un abrazo desde muy lejos y mi riqueza es mi tranquilidad, aunque tenga puestos los mismos calcetines durante tres días, porque olvidé poner más en mi mochila.

Juan Santana