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Arona 4 de Diciembre de 2014
Noviembre de 1.991
(2ª Parte)
Quiero decirte que para comprender
o seguir esta carta, debes leer la 1ª parte
y comienzo agradeciendo que estés compartiendo un poco de nuestras vidas. ¿Qué tal?, ¿Bien?, eso espero. Cuando acaban mis primeras vacaciones fuera de Gran Canaria en Tenerife aquel Noviembre de 1.991 vuelvo a Gran Canaria, con mi cerebro ocupado por una mujer de pelo rizado en forma de helecho que nació en La Palma, pero vino a Tenerife con ocho años y es imposible sacar a esta palmera de mi mente por más intentos y porros fumados.

Llego a Gran Canaria y comienza el calvario de llamadas diarias en las cabinas telefónicas, especialmente en la única que había en la plaza del pueblo que cada vez que llamaba, el tiempo pasaba muy rápido y al mes gastaba una media de cuarenta mil pesetas aproximadamente. Una noche quise hablar y estaba el teléfono fuera de servicio por cualquier motivo, pero estaba con Juan y Felipe y les invito a cometer una locura inolvidable. Nos fuimos caminando desde Sardina del Sur hasta Vecindario, unos tres kilómetros ida, es decir, ida y vuelta seis. Bajamos caminando los tres y una guitarra y cuando llegamos a Vecindario buscamos una cabina telefónica y Felipe entró con su guitarra para cantar unos temas, antes de hablar con ella un buen largo rato.
Grabamos canciones en cintas y se las enviaba por correo o las llevaba personalmente cada dos fines de semana que viajaba a Tenerife como hacía aquel político del PP hace poco, pero en mi caso los gastos corrían por mi cuenta. En estas fechas trabajaba en el Cañón del Águila o Sioux City, un poblado del western donde hacían espectáculos con fiestas nocturnas y mi trabajo consistía en hacer carteles y dibujos, porque era el responsable de la decoración y por las noches trabajaba en el Saloon de camarero, porque de martes a viernes cada noche hacían fiestas con barbacoa y barra libre, con un grupo de country en directo. La bebida era peleona y cada noche venían una media de tres mil personas que enloquecían con aquella bebida y les daba por comprar pistolas de fogueo, cartucheras, alquilar caballos y ponerse hacer el pistolero o el indio, nunca mejor dicho.

Las fiestas comenzaban a las ocho de la tarde hasta las doce de la noche y a esta hora cogía una piba, que son los tractores que utilizan los agricultores, para comenzar desde el fondo del pueblo a recoger a los borrachos tirados y llevarlos fuera del pueblo y luego recogía las cajas vacías de refrescos, vinos y bolsas de basura. Tenía una nómina de trescientas treinta mil pesetas, más los extras, con un horario de martes a viernes de nueve de la mañana a doce de la noche, librando de dos a cuatro de la tarde y media hora por la noche para cenar, cuando estaba el espectáculo del western. Sin embargo no era feliz y llevaba currando nueve años en este lugar.
Un fin de semana tenía que trabajar obligatoriamente porque había una fiesta especial, pero resulta que este fin de semana justamente era cuando tenía que decidir si dejaba el trabajo y me venía a vivir a Tenerife para comenzar una nueva vida y pasé de currar. Vengo a Tenerife y decido dejar mi trabajo en Gran Canaria y cuando llego el martes, me dicen que suba a la oficina porque estaba el gran jefe enfadado esperando con el jefe de comité o de un sindicato donde no estaba apuntado(UGT) y me estaban esperando para firmar una falta leve por faltar estos dos días al trabajo y firmé sin leer nada, pero mientras estoy firmando comentaba al jefe que me importaba una mierda la falta leve, porque dejaba la empresa para venirme a vivir a Tenerife y cuando el jefe escucha esto, rompe los papeles de mierda mientras me decía gritando que estaba loco por culpa de un chocho y que llevaba nueve años en la empresa y tiraría todo por la ventana.

Algunos preguntarán por qué razón cobraba tanto por trabajar cuatro días a la semana, y el motivo es que hacía rótulos y trabajos de cartelería que costarían millones si fueran realizados por empresas privadas y teniéndome a mí, ahorraban muchos millones y obviamente todos estábamos contentos con este tipo de contrato.

El jefe pide que por favor, trabaje dos o tres meses más para reformar todo el poblado y así pienso mejor la decisión de irme a Tenerife y acepto estar dos meses más, porque me interesaba y cobraría mucho más dinero. Acabo toda la reforma con nuevos carteles y cuando llega el día meto toda mi ropa en una caja de cartón amarrada con una soga y la guitarra sin forro. Sentado en una escalera anexa a la cocina de la casa de mis padres en Sardina del Sur, nos despedimos el 17 de noviembre del año 1.993 hasta el día de la fecha y aquí termino con la 2ª parte de esta locura que todavía no ha comenzado.

Gracias por estar ahí y regalarme un poco de tu tiempo, esperando que estés disfrutando con esta pequeña parte de la historia de mi corta vida. Un saludo y hasta la 3ª parte.

Juan Santana