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Arona 9 de Enero de 2014
El amor verdadero,
es el fuego imposible
de apagar
A mí no me quema el fuego, es el tiempo
el que me quema, el daño del tiempo es
más fuerte que el daño del fuego. El amor
es algo tan bello, desear sin control a una persona y que sea mutuo es algo que no podrás explicar jamás.

Cuando estás envuelto en la locura del amor, se te olvida todo inconscientemente y parece que no existe nada más en el mundo, sino aquello que deseas y es el tiempo, porque el tiempo juega un papel primordial en el momento del enloquecimiento.

Amar y ser amado en las mismas condiciones o grados, es un vivir con el más alto nivel. La sangre camina por las venas hirviendo y buscas el lugar, para sentir ese roce de las caras, esas mutuas caricias y sabiendo que lleva un tiempo limitado que debes exprimir al máximo, porque el tiempo vivido jamás volverá. Volverán parecidos, casi iguales, pero jamás totalmente iguales.
La mayoría de las personas que salen a la calle sobre todo por las noches, salen buscando algo o alguien, porque está más que estudiado que los seres humanos son los más idiotas que pisan la tierra. Soñamos sin parar aquello que podemos conseguir sin perder tanto tiempo.

Abrazar es algo gratuito y sin embargo parece que es un pecado, un dolor, una agonía, un sufrimiento y apartamos muchas veces estas actitudes. Lógicamente los abrazos de verdad son tesoros momentáneos, que llegan sin esperar porque el amor es algo que aunque busques, no llegará hasta que dicho amor quiera.

Una mirada, una caricia, un beso en la frente, un soplar suavemente las orejas o la parte trasera del cuello. El fuego que formado dentro del cuerpo cuando dos personas sienten el deseo, jamás nadie podrá explicarlo tal y como podríamos entenderlo. Amo cuando amo y amo de verdad y para amar de verdad están las normas obligatorias, como el deseo mutuo, el tiempo y el espacio, donde puedas gritar sin provocar a nadie.

El que no comprenda esta carta siendo mayor de edad, que vaya a un psicólogo, porque seguramente será un amargado de la vida, que no ha vivido los auténticos momentos de gloria. A man.

Juan Santana